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1/01/2005

1 De Enero de 2005

1 de enero de 2005. Desconocía que era posible despertar sin resaca el primer día de cualquier año. Me levanto a las 11:30h. abro la ventana y me invade una gran claridad que me hace sentir demasiado extraño. Me doy una ducha de placer y aprovecho la buenísima mañana para pasear. ¡Pasear un 1 de enero por la mañana!
El aire entra en mis pulmones a grandes bocanadas, y casi sin querer llego hasta el Paseo de la Miranda (también conocido como paseo del colesterol) donde apoyado en la baranda contemplo una gran inmensidad. El día es tan diáfano que incluso veo el mar y pienso en los misterios que de el se desprenden. Pienso en las mareas y la luna llena, en la violencia de las olas, y no me puedo imaginar de ninguna forma la fiereza de un Tsunami que todo lo abarque, hasta llegar a engullirme. Entonces volteo y extremo mis sentidos, ¡hay tanta gente que pasea a mi alrededor! Ellos hablan de casi todo, de un hueso cuya rotura no acaba de cicatrizar, de la mala fe de un encargado, de un familiar recientemente fallecido, de un amigo que les ha fallado, de un determinado equipo de fútbol, del viaje que están preparando para cuando llegue la primavera… Y yo aquí pensando en la inmensidad del mar, en los Tsunamis y en la frialdad humana ya no me acuerdo de cual es la diferencia entre un 1 de enero y un 27 de marzo. Mirando al fondo, hasta donde me alcanza la vista, intento recordar mi pasado y ansiar un futuro pero no puedo. Nuestras vidas no dependen del paso del tiempo, ni de la mala ostia del encargado de una fábrica cualquiera, ni de ese amigo que nos fallo. Simplemente dependen de la fiereza de un Tsunami que nos sorprenda. Me siento una mierda cuando me doy cuenta del mucho tiempo que dedico a pensar banalidades, preocuparme por mi trabajo, pensar en el amor… Puros pensamientos ególatras que todos poseemos, y que ahora ante tanta vida humana maltrecha, ante tantas familias hechas trizas me hacen sentir el más patético de los seres humanos. Alguien más lleno de rabia contenida. Un punto más en el horizonte, disgregado y resquebrajado. Y llego a la conclusión, precipitada o coaccionada tal vez, que es el tiempo el que juega con nosotros, el que nos engaña con estúpidos regalos de bonito envoltorio pero vacío de contenido, como la vida de aquellos que pasean un 1 de enero que podría ser un 27 de marzo, o un 19 de agosto cualquiera por cualquier paseo de la Miranda, en una absurda carrera por ganarle la partida a la muerte con estúpidos planes de futuro. Desde este mirador y apoyado en la barandilla me fijo en esos pequeños detalles en los que normalmente no tengo tiempo para fijarme, cuando me engañan los sentidos. No solo veo el mar, sino también siento el viento en mi cara y la intensidad del frío sol de invierno en toda mi piel. Veo cientos y cientos de coches que no dejan de transitar por la autopista, aviones que aterrizan y despegan de forma incesante del aeropuerto, y me imagino a toda la gente, cada una a lo suyo, ajena a las brutales injusticias, a las enfermedades incurables, a las catástrofes naturales, a la podredumbre de la especie… Gente preocupada simplemente por una gigantesca hipoteca, principio y fin de sus días. Entonces pasa un tren y me da por pensar el porque estoy aquí y no allá, que tendría de malo desaparecer y romper de un hachazo mi vida actual. Me pregunto cuantos trenes habrán pasado desde que nací, cuantos he dejado escapar y cuantos me quedan por perder. Es la cobardía heredada de una vida cómoda, sin alteraciones bruscas. El engaño que nace de la calma chicha También pienso en la gente que se ha parado en este paseo y apoyado en esta barandilla ha tenido alguna cavilación parecida a la mía. Gente que ha desaparecido del mapa, de los cuales nunca más se supo y a casi nadie le importó. Pienso en el equilibrio mental, en que consiste y si alguna vez he estado cerca de alcanzarlo
Me siento en un banco y algunos niños que pasan me miran sorprendidos. No se explican que hace un chaval como yo un uno de enero a las 12 de la mañana sentando en un banco, simplemente pensando y tomando el sol. Pero no tengo tiempo ni valentía para explicárselo y aunque la tuviera no me parece loable la idea de destrozar su bendita ingenuidad.

Pensando todavía en los Tsunamis y el tiempo que pasa embaucador cojo caminito a casa. Me encuentro distinto al tipo que era esta mañana antes de salir de casa. Disfruto de este momento de lucidez que pronto se verá seccionado por la hipoteca que acabo de pedir para poder emanciparme.
De momento disfruto de este 1 de enero en soledad e intento de equilibrio, ¿o era un 27 de marzo?

ECHM

7 comentarios:

Cemento dijo...

Los tsunamis como metáfora... pero sólo como eso. El tsunami que ha terminado con la vida de tanta gente (una vida es una tragedia, 100000 una estadística), es parte de la lucha que mantenemos con y contra el planeta, eun hecho imparable que posiblemente nunca seremos capaces de controlar. Cambiar individualmente, no lo evitará. No podemos sentirnos culpables de ninguna de aquellas vidas perdidas, no al menos las personas de apie de calle. Ni nuestros pensamientos banales, ni los temas mundanos con los cuales nos relajamos, ni las discusiones estériles en bares y peluquerías tienen la culpa ni tienen porque hacernos sentir incomodos.

Hombre mata a hombre.

Anónimo dijo...

Lo peor de todo es no sentirse querido, haber nacido rodeado de extraños en el momento equivocado y el lugar inapropiado. Lo peor es que hayan querido cambiar el sexo. Te lo has planteado alguna vez?

Mientras tú reflexionabas sobre el Tsunami, yo no tenía cojones de expresar mis sentimientos a mis familiares, simplemente no los puedo ni ver, y además estoy hasta los cojones de que todo el mundo me diga que mi famíia me quiere, de que me sirve si jamás me lo demostraron? Si nadie da un duro por mi? pero un consejo hecharle un par de cojones y tirar palante por que yo estoy aprtendiendo a confiar e mi y no esperar la aprobación que no tuve." Aprende a regar tú tu propio jardín y no esperes a que nadie te traiga flores" Borges. Todo esto se aprende en la vida, pero después de un tiempo, solo despús uno aprende y aprende....

Naúfragos dijo...

El tsunami, querido amigo, es la metáfora, la excusa utilizada para diferenciar lo realmente importante de lo superfluo. Me refiero a la fragilidad de nuestra existencia, lo inquietante del tsunami o de un huracán q arrase con todo versus el aburrimiento diario, lo cotidiano, lo previsible, lo directo. La monotonia disfrazada de hipoteca.
hipoteca=Engaño del tiempo
A eso me refiero, a el paso del tiempo sin altibajos,sin grandes perturbaciones q nos afecten, sin tener q tomar decisiones. Eso es lo peor. Respecto a la frase "Lo peor es que hayan querido cambiar el sexo. Te lo has planteado alguna vez?" he de reconocer q me has dejado totalmente fuera de juego. Exijo una explicación o en su defecto una lobotomia!!

Annusk, quizás tengas razón, quizas no sepa disfrutar de la vida como debiera. Es un lastre con el cual me h resignado a morir. Sin embargo esa mañana no fue un castigo para mi, no fue una autoflagelación. Creo q fue una acto de liberación. Quizás algún día tenga cojones para cojer uno de esos trenes que pasan a mi vera. Solo quizás.....
Pero q conste, !me puedo hacer viejo pero nunca maduro!
saluditos a ambos

Naúfragos dijo...

annusk, siempre a su servicio....jeje
Me parece bien, pero luego del guateque nos vamos de juerga un rato...
A dilapidar penas y desparramar heridas!!
Saluditos

Anónimo dijo...

el relato un 10. el escritor un 10 como persona y como animal, un 10 tb. Es el puto amo el kike éste, lo admiro, como escribe, como vive la vida..... Todo en él es especial. Animo muxaxo, eres único. El Puto Amo. Es que tio, el relato, es como un monton de piezas de puzzle, todas perfectamente ensambladas, o como el mitico juego ese de ir colocando piezas, el tal tetris, es perfecto el relato. Te Felicito, sigue asi.
Una Abrasada.

Naúfragos dijo...
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Naúfragos dijo...

Grácias majo. ¡Esta ronda la pago yo!