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2/26/2005

Numerología

Lo contamos todo. Absolutamente todo. Contamos los días que quedan para que llegue el viernes, el número de yemas de este huevo frito que estoy cocinando, deshojamos la margarita de nuestras vacaciones de verano, contamos las horas que estamos despreciando nuestra vida en un infesto trabajo, los 32 años de hipoteca que nos quedan por pagar, el tiempo que llevamos casados y el tiempo que nos queda por soportar esta gran mentira.
Y cuento con 29 años, o eso dicen, y he aprendido solo 2 0 3 cosas de la vida, y he disfrutado 3453 momentos de placer, me he entregado 2476 veces mientras mi corazón bombeaba sangre a 120 pulsaciones por minuto. He eliminado 205345 neuronas intentando hacer feliz a mis allegados invirtiendo 15456 euros en absurdos regalos liberadores de conciencia, mientras mis 2 ojos destilaban 2343 chispitas de ilusión malparida. He sufrido 237 desengaños, 23 traiciones, 12 puñaladas traperas y tengo 3 soplos en el corazón. Te he escuchado 2456764 minutos y te he dado 235 consejos que no han servido para nada (0). He dormido más o menos 438480 minutos y he derramado aproximadamente 37 litros de lágrimas por gente por la cual me he planteado 987 veces si merecía la pena hacerlo. He escrito 63 historias donde he dejado 1/10 de mi limitada capacidad intelectual. He dicho te quiero 12 veces y me lo han dicho otras 12 con un 90% de sinceridad, he dado 1 millón de besos y he visto 12764 estrellas mientras besaba. Me he caído 7 veces y me he magullado mis 2 piernas, mis 2 brazos y mi único corazón.
He soñado 23463 contigo, me he emborrachado 236 veces para olvidarte, he viajado a 189 sitios distintos y he grabado en mi mente 2901 fotografías polaroid a todo color.
Y el resto de mi vida serán más números, números felices o aciagos, sueños de un pirado que anhela dejar de contar. Un graduado sin título y un aspirante a viajero sin diario ni brújula.
Y cuando llegue mi último día tendré 1 millón de recuerdos acumulados, y sólo espero que en mi último suspiro tu estés allí presente y no seas un puto número más en esta entelequía numérica que finaiza en una (1) única y fatídica verdad.

2/13/2005

De máscaras y enigmas.

Entre el placer y el dolor habita todo lo demás. Parece mentira que en tan minúsculo espacio vital quepan infinidad de sentimientos tan dispares. ¿Nunca os habéis parado a pensar que sería del uno sin el otro? Es imposible encontrar dos polos supuestamente tan opuestos que en la realidad estén tan juntitos. Es filosofía japonesa la que nos enseña que no hay placer sin dolor, al igual que no hay tristeza que no ayude a comprender y valorar la alegría, ni llanto que dure cien años sin acabar en sonora carcajada. Puede llegar a ser desquiciante si nos paramos a pensar en ello detenidamente. Es como un chicle que se estira y se estira pero no termina de romperse, entonces las sensaciones se polarizan aún más, el placer es más placer y el dolor mucho más dolor. Y es ahí, entre el inmenso dolor que atenaza el pecho y el desbordante exceso de un placer sin medida, donde se encuentra desperdigado todo lo demás. Son los esputos del alma, la morralla, lo rutinario, lo inmediato, las cenizas de un fuego que fue incandescente convertido en desangelado rescoldo.
Yo siempre he expresado mi profundo desprecio por los extremos, los radicalismos nunca fueron conmigo, y entre los tres bancos del parque siempre escogí el de en medio. Pero me pregunto (y me jode) si en el tema de amar y ser amado es lícito actuar con ciertas reservas, si es mejor amaestrar el corazón al ralentí, o de lo contrario es antinatural reprimirse y echar el freno de mano cuando te duele el alma de tanto sentir.
Cuando eres un chaval ingenuo la vida es una catarata por la que te asomas sin tener en cuenta el peligro en el que incurres. Entonces, cuando las aguas del río bajan revueltas, las armas de las que dispones para luchar contra ellas son vetustas y la pólvora está mojada. Y pasa que, cuando vienen mal dadas, luchas encarnecidamente con los escasos medios que posees. Vas desnudo, solo arropado por un par de hojas que esconden tus atributos, y armado con un tirachinas pueril. Solo esto tienes y una ingente ilusión. Mas no es suficiente cuando la tormenta arrecia amenazante, y al final las aguas turbulentas acaban engulléndote sin piedad.
Cuando creces recelas. Pierdes la ingenuidad que te avalaba antaño pero las armas que posees son demoledoras. Además ya no eliges el descenso del Amazonas para tus vacaciones sino que te conformas con un paseo en uno de esos patines playeros tan deleznables. Se pierde intensidad pero se gana en lucidez.
Esa es la verdad irrefutable, nos apelmazamos conciente o inconscientemente, y el chicle se reseca, cada vez cuesta más estirarlo, el placer es un beso de buenas noches y el dolor ya casi ni duele.
Entonces, queridísimo/a chaval/a, sientes el abrazo letal de la morralla, el beso del sueño que narcotiza y adormece tus sentidos hasta dejarlos sin función ni amnistía.Y es en ese momento, queridísimo/a chaval/a, cuando se produce el punto de inflexión en el que, aunque quizás tu no te des cuenta, te estás empezando a morir.

Este "adiós" no maquilla un "hasta luego",
este "nunca" no esconde un "ojalá".
Estas cenizas no juegan con fuego,
estas cenizas no miran para atrás.
Este notario firma lo que escribo,
esta letra no la protestaré.
Guárdate el acuse de recibo,
esta vísperas son las de después.
A este ruido tan huérfano de padre
no voy a permitirle que taladre
un corazón podrido de latir.
Este pez ya no muere por tu boca,
este loco se va con otra boca.
Estos ojos no lloran más por ti.
Joaquín Sabina
"Nos sobran losmotivos"

2/06/2005

Dalirando

¿Lo escribo o no lo escribo?

Abro la ventana de mi angosta habitación y me encuentro un día gris, plomizo. Una fina lluvia cae y entonces, ya antes de que deserten mis legañas, comienzo a dudar sobre la conveniencia de salir o no. Y así estoy todo el día y ante cualquier circunstancia, siempre dudando sobre que decisiones tomar. Por muy banales que sean ya suponen un esfuerzo para mi cerebrín, que como un obrero maltratado y explotado hinca la bandera de guerra entre mis sesos y se declara en una huelga indefinida de pensamientos.
Si me cuesta horrores aventurarme a salir en un día gris, ¿cuántas vidas necesitaré para llamarte?, ¿Cuántas reencarnaciones para casarme?, ¿y para tener hijos? Decidirse entre mil y un bancos para hacer una hipoteca, entre varios amores, entre un puñado de trabajos cada uno de ellos más deleznables, decidir el color de las cortinas, el nombre de los niños, playa o montaña, piso o adosado, carne o pescado, ducha con mampara o bañera, boda civil o por la iglesia, los invitados al banquete, la estructura de las meses, parquet o baldosa para el pisito, pintura color salmón u color ocre, pizzería o restaurante, besarte o quedarme con las ganas, quererte todos los día o ignorarte, butano o gas natural, el abuelo en el geriátrico o en casa, vacaciones en el pueblo o en Playa Babaro, corbata o sin corbata, traje o pantalones de pinza, la película o el partido de fútbol, vino blanco o rosado para el pescado, escuela pública o privada para los nenes, café o descafeinado, dormir para arriba o hacia un lado, pijama corto o largo, cine o teatro, en tu casa o en la mía, misionero o algo más arriesgado, cigarrito de después o no, abrazarte o tristeza post coitum, verdad sincera o mentiras piadosas. Presento mi dimisión para tomar decisiones en mi vida, es un riego demasiado grande, el cual no estoy dispuesto a asumir si no es previo contrato liberador de dolores de cabeza. Por eso paradojicamente he "decidido" esperar que otros las tomen por mí, es cobarde pero efectivo, y mi conciencia no se ve tan maltrecha por ello.
A las malas, estoy dispuesto a que me sometan a una arriesgada operación de reducción de cerebro, pero primero debo decidir la clínica donde someterme a tan arriesga intervención.
¡Maldito círculo vicioso sin salida ni parangón!