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1/01/2011

Feliz 2011, Feliz Eternidad


Uno de enero de 2011. Perezoso se abre mi ojo izquierdo, miedoso y asediado por la luz que penetra a través del ventanal se contrae al compás con mi corazón. Fotogramas en blanco y negro y este insoportable martilleo en mi cabeza me acompañan en los albores de la nueva década. Vieja nueva década.

Todo sigue igual, mis sueños enquistados, petrificados, expectantes, sangrantes. La habitación gira y yo con ella, el viejo búho me observa curioso y burlón, para él no pasan los años. Yo no puedo decir lo mismo. Me descubro una nueva cana y la arranco, ojala fuera tan sencillo hacer lo mismo contigo. Expulsarte de mis sueños, de mi subconsciente traidor. Te odio, pero me odio más a mí, por soñar, por adorarte, por traicionar mis palabras en sueños y convertirte de nuevo en realidad que subyace.

Me mareo en esta postura, así que apoyo mi extremidad izquierda en la pared –un punto de apoyo dicen que ayuda a disminuir la sensación de vértigo- y me siento mejor. Un nuevo decenio, calzoncillos rojos, purpurina, matasuegras, felicidad amarga, confetis, uvas, petardos. Miedo, mucho miedo.

Quiero dormir, dormir sin soñar, soñar sin dormir. Dejarme fluir y ser fluido en los puntos cardinales de tu cuerpo. Retozar, recorrerte, olerte, lamerte y extraviar mis sentidos en los devaneos que me ofrecen todos tus costados. Ser un círculo y envolverte, ser un triángulo, y someterte en mis vértices. Despellejar tus dudas, enjuiciarlas y declarar el caso sobreseído. Amarte después de amarnos, reinventarnos y desconocernos después del conocimiento, ser pluma y tinta roja para escribir en tu historia y hacerla nuestra.

¡Me sobró un cubata! , pensamiento furtivo y repetido cada uno de enero. No es preciso que lo sea, también pasa muchos sábados y vísperas de festivos. Ya no lucho contra mi incipiente maltrato hepático, simplemente asumo mi condición y me dejo llevar con desparpajo y naturalidad. Divertido y obsceno, espectacular sucesión de ingesta masiva e incontrolada de sustancias transmisoras de partículas de aquello mal llamado felicidad. Néctares que aunque no son imprescindibles para destilar simpatía enaltecen mi estado anímico y me dotan de una chispura desconocida en sobriedad. Doy la vuelta, me mareo otra vez.

Uno de enero de 2011, cierro mi ojo de nuevo. No me gusta la realidad, es la misma que ayer. Nada cambia, todo fluye y permanece latente al despertar. Solo los objetos se mueven, producto de mi saturación etílica en sangre. No es suficiente, quiero dormir, apretar fuerte los ojos y soñar desaforadamente en ti, resquebrajar mis sentidos, estrujarlos y derramar su perfume dejándote mi esencia.

Y solo existe esta luz que no me permite pensar con claridad. Será mejor soñarte que creerte, darme por vencido y entornar definitivamente los ojillos. Asumir de una maldita vez que nunca dejaré de amarte con locura, por los siglos de los siglos y para toda la eternidad.

Feliz 2011, feliz eternidad.