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12/27/2011

El último beso.


Nunca decidió dejarlo por amor, no fue algo premeditado, pero aquella tarde huyó como un colegial que huye asustado en su primer día de colegio. Nadia supo desde que le dio ese último beso, programado, distante, frío, que debía retener en él el tacto de sus labios y el sabor de su saliva. Para siempre.

Marco no supo que decir, sus cálidos ojos azules se volvieron frío siberiano cuando ella toco el dos, y aunque no le dijo nada un tímido adiós con la mano hizo de despedida y cierre. Él no tuvo tiempo de retener más que el sabor de la derrota y la luna en su espalda. Nada más que eso y fundirse en un mar.

En los albores del último beso ambos cerraron los ojos y retomaron tiempos pretéritos, mañanas desatadas de besos envueltos en bocanadas de palabras que eran pura biblia. No había principio ni final, solo dos almas incorpóreas, atemporales y ajenas a todo lo que alrededor se derruía. Pura vida en esencia que se rencarnaba en dos cuerpos entrelazados, sexo que era poesía, ingenuidad que era virtud.
Cuando se desfragmentaron Nadia iba descalza, Marco con el torso desnudo, la ventana estaba abierta y “Sansón”, el gato persa, se había elegido como único testigo de un inesperado final, agitando el rabo ajeno a la tensión existente, como si estuviera impaciente por comprobar el desenlace dela historia para luego irse a la caza de algún ratón distraído.

Llegado el momento ambos se miraron timídamente, masticando la derrota sus pupilas se mintieron por primera y última vez, y un cosquilleo ascendió desde lo más profundo de sus entrañas hasta la punta de la lengua de Nadia, la misma lengua que tantas veces navegó a sus anchas por la cavidad bucal de Marco , dueña de sus mares y capitán de sus marejadas ocasionales.

El “te quiero” retumbó en la estancia como si se estuvieran cayendo las torres de Manhattan. Ipso facto Nadia cogió sus zapatos y lentamente salió disparada hacia las escaleras, un noveno sin ascensor que se hizo eternamente volátil para sus píes descalzos. No se giró en ningún momento para ver como una lágrima de Marco se dirigía en su misma dirección.

Marco se quedó impertérrito, petrificado, mientras más lágrimas se derramaron haciendo de sus ojos mares y pronto todo su cuerpo fue un océano. Se diluyó y formó charco que pronto cubrió a Nadia hasta los tobillos, y allí se quedó, anquilosado , agarrado a sus extremidades inferiores se manifestó perpetuamente enamorado.

Nadia nunca decidió dejarlo por amor, no fue algo premeditado, pero aquella tarde aprendió que nunca podría dejar de mecerse en el mar de lágrimas que Marcó creó para ella, cúspide de una obra inacabada y real, como la vida misma que siempre nos deja insatisfechos y ávidos en la búsqueda del desconocimiento que sólo el tiempo es capaz de reinventar, de engullir como una ola de lágrimas engulle un cuerpo descalzo y etéreo.

12/04/2011


El perfume que embriaga
Que yace en la ausencia
De un lecho de flores
Flotando y latiendo

Las ganas de quererte
Que obstruye mis venas
Va matando el tiempo
Que encrespa el silencio

Recovecos del alma
Aún no explorados
Textura de unos labios
Inhóspitos y anhelados

Son mis manos mares
Que atracan sin partir
Afluentes de lágrimas
Que no saben mentir

Las noches sin cielo
Que me hablan de ti
De un poso de hielo
Encelado y vil

Trasiegos de un sexo
Que un día aprehendí
Y un dolor de entrañas
Que echó raíces allí

Donde nace el sueño
Y habita mi fin
Principio de todo
Riendas de mi crin

Déjame un espacio
Respirar y sentir
Inhalar tu aliento
Y volver a morir

10/16/2011

Otoño


Jugando con los espejos
Brota la sangre tan espesa
Rellenando los deseos
Con hojas de un viejo diario

Piensas, sueñas e intuyes
Otras vidas, otros mundos
El ocaso del silencio
Y las líneas de tu mano

Corre, agita los brazos
El sol pica en esta playa
No quedan árboles
Que nos den cobijo

Somos lo que decimos
Nuestros hechos son aislados
Nuestros actos cobardías
Nuestras miradas vacías

Y van pasando los días
Y van cayendo las hojas
Yo en el redil de tus labios
Tú en el limbo de los míos

Y el otoño se desploma
Sobre nuestros cuerpos
Los huesos se apelmazan
Creando ramificaciones

Sentimos la negra noche
En su silencio inquietante
Un perfecto e inacabado
Laberinto de despropósitos

Tumbados e inexpresivos
Como dos recién extraños
De identidades pérdidas
En mareas de naufragios

Todo es nada en el olvido
El cercén de lo parido
Un maremoto en el alma
Un decomiso del sino

9/06/2011

Ebriedad


Desdeñado y aturdido
Vaga el ego por las calles
Buscando entre la basura
Una raspa, un hueso roído

Jugamos, nos divertimos
Soñamos e imaginamos
Vidas inyectadas de miel
Días carentes de hiel

Y es tu sino una ruleta
Es la mano de un croupier
Tu cariño un desatino
Mi mirada es un desdén

Parte del sueño, un latido
Un decir por no callar
Recogiendo los despojos
Que desprecias, sin piedad

Y no es vano lo sentido
Si lo sientes de verdad
Es peor haber vivido
Sin querer haber querido
Y muriendo de ebriedad

9/03/2011

Septiembre



Siendo lo que no eres
Y viendo lo que no ves
Sentirás lo que no sientas
Y recibirás lo que des

Todo vuelve a comenzar
Somos aguja y dedal
Cierra los ojos, verás..
Septiembre vuelve a reinar

8/25/2011

Cambio de planes


Puso el píe izquierdo en el asfalto para apearse del taxi. Pagó religiosamente la factura y se despidió con educación mientras encendía un pitillo.

Luego no pudo evitar girarse y echar una última mirada a la ciudad, que desde la distancia se presentaba majestuosa y altiva. Una lágrima se escapó a hurtadillas de su pupila, deslizándose lentamente por su mejilla hasta caer por un terraplén aledaño.

El sol se escondía tras las montañas y dotaba de un color anaranjado a los edificios más altos. Sabía que esa imagen perduraría en su retina eternamente, recordándole los buenos tiempos con la nostalgia que provoca encontrarse el vello púbico de un antiguo amor entre las sábanas.

Pero aquellos años locos en los que se mezclaron drogas, negocios y amor de baratija habían tocado ya a su fin.

No la volvería a pisar, era consciente de ello y de su nueva identidad. Luciano Schilachi había dejado de existir y hasta un tipo duro como él se amedrenta cuando deja de existir.

Finalmente giró sobre sus pasos y se dispuso a cruzar el desierto. El guión exigía un cambio de planes, y Las Vegas había pasado a mejor vida para él.

8/09/2011

Aunque no estés.....


Aunque no estés
Cuando apareces
Y vengas
Cuando te vas

Eres viento
Y yo metal
Duda a veces
Otras paz

Un murmullo
Que murió
Un cosquilleo
Que nació

Días largos
Que vendrán
Sol en vena
Correrá

Aunque no estés
Cuando apareces
Y vengas
Cuando te vas

Eres ser
Y yo animal
Tú el camino
Yo el final


8/07/2011

Un ápice de aliento


Estoy tendido, estoy tendido en la cama pero me levanto. Fumo, nunca fumo pero fumo, un cigarro detrás de otro que apuro hasta la comisura de mis labios.

Juego con el interruptor de la luz y aplico diferentes tonalidades a la habitación, más oscura, menos oscura, más oscura, menos oscura. Me divierte y me entretiene mientras fumo y miro por la ventana, quedándome absorto durante horas, quizás días.

En el parque los niños juegan al trompo moderno, las madres son madres y vigilan a los niños y a sus trompos. Yo me imagino una vida rutinaria y juego a ser madre, a regañar niños y luego comprarle trompos. Entre líquido amniótico lo imagino danzando en mi interior alguna pieza de Franz Schubert o Mozart. Patalea y ello me hace feliz en mi nuevo papel de madre. Siempre soñé con la rutina, con niños que danzan en mi barriga cual trompos modernos.

Pero no soy madre, me descubro vacío, y la ausencia de patadas me advierte que en mi interior no hay un niño. Nunca lo habrá porque decidiste enredar tu cabello en aquellos dedos entrelazados mientras besabas aquellos labios perdidos pero suculentos. Mientras notaba tu aliento todo era perfecto, mientras mantenía tus labios geométricamente separados de los míos. Un milímetro, distancia prudencial que separa lo onírico de lo grotesco. Pero arriba duermen y sus ronquidos traspasan paredes y me importunan constantemente. Mi sueño es profundo, miro el anillo y sé que estoy durmiendo. Es el trato, si hay anillo en mi dedo es que estoy soñando, debo relajarme y pensar que pronto despertaré del sueño y seré solo letargo, torpeza exacerbada concentrada en veinte dedos.

Se me ha acabado el tabaco pero sigo fumando. Las madres se retiran con sus hijos y el sol en ocaso se torna una gran pelota de fuego anaranjada que se va ocultando tras las montañas que rápidamente adquieren un color terroso. Cenizas que viajan desde la montaña hasta mi corazón. Aparecen los cuatro yonkies y siento una gran pena y hermandad al unísono. Uno de ellos tiene mi rostro y fuma mi tabaco. No tiene trompo moderno y dice querer ser madre. Pero es yonkie, y los yonkies no pueden ser madres, no estaría bien visto. El yo-yonkie me mira y yo asustado me escondo tras las cortinas. El corazón se me acelera y parece salir del pecho y declararse independiente de mi cuerpo. Adiós corazón, adiós, vete con el yonkie, vente conmigo.

Muchos maderos rodean a los yonkies, hacen un control de estupefacientes rutinario, pero a mi yo-yonkie no le encuentran nada, buscan trompos y no los encontrarán. No ahí. Intento gritar y decirle a los maderos que me dejen pero de mi garganta sólo emana un hilo de voz que se ahoga en los albores del gemido.

Fumo, juego al trompo, fumo, juego al trompo, me he cargado el interruptor y me invade una profunda tristeza. Miro al anillo y me alivio rápidamente, es sólo un sueño, cerraré fuerte los ojos y desearé despertar con todas mis fuerzas.

Aprieto los puños y vuelo hasta el parque, junto a mi otro yo hay una madre que no deja que su niño se le acerque. No lleva trompo. No es de fiar, no lleva trompo y fuma sin parar. Frente a él su rostro se torna en pelo enrevesado, entrelazo mis dedos jugando con su pelo y acerco mis labios hasta sentir el aliento caliente. Me encanta recrearme en el momento antes del roce, en la antesala de lo obsceno y lo grotesco me muevo como pez en el agua.

Mis labios están milimétricamente separados de los tuyos, me encanta, tu aliento me alimenta y me recuerda que yo también tuve un trompo moderno, hace mucho ya de eso. No quiero caer en el beso, no hoy. Solo quiero prolongar el recuerdo de tu aliento y alimentar mis bronquios de él, que llegue a los pulmones y expanda su esencia en ellos.

Ahora sé que te quiero, que quizás si algún día aprendo a vivir eternamente en el milimétrico espacio que antecede al beso, la forma geométrica perfecta que se crea entre tus labios y los míos hará lo nuestro eterno. Entonces, solo entonces, seré madre y jugaré con un trompo moderno, última generación.

El anillo ya no está en mi dedo y amanezco postrado en el catre, tembloroso y con las glándulas sudoríparas a pleno rendimiento. Aún retengo el aliento en mis entrañas y no respiro por miedo a perder tu esencia. Tu duermes plácidamente y yo no te despierto. Con mi dedo anular, sin anillo, recorro tus curvas casi sin tocarte, sólo un mínimo roce que no logre despertarte. Te rodeo con mis brazos y finalmente acerco mis labios lenta y cuidadosamente a los tuyos, para no perder la esencia. Para retenerla dentro mío eternamente.

6/25/2011

Silvio (1ª parte)


La noche siempre rompe –pensó aletargado Silvio- y dio una vuelta más, la enésima de aquella noche, que hizo que los muelles del viejo jergón se quejaran ya cansados de tanto ajetreo.

Silvio pensaba continuamente en su madre, en las mañanas en las que le llevaba al mercado de la plaza adyacente donde entonces vivían para realizar la compra semanal. Recuerda el itinerario que hacían como si fuera ayer, aunque ya habían pasado siete años desde la última vez que su mama le llevó al mercado. Siete años desde que comió por última vez aquellos caramelos de chocolate con forma de paraguas que le volvían tan loco.

Ahora Silvio acababa de cumplir los 12 años en aquel centro de acogida, frío y deshumanizado como una novia que abandona a su prometido en el umbral del altar. Carecía de amigos que se jugasen la boca por él y había perdido todo atisbo de fe e ilusión en la existencia.

Silvio observó a los demás niños que dormían plácidamente en sus camas, mientras el rocío se dejaba ver al otro lado del ventanal. En Lugo los inviernos eran crudos, tan crudos que a veces Silvio notaba como perdía la sensibilidad en los dedos de los pies, tornándose de un color entre rojizo y morado. Entonces, asutado, corría y corría hasta que volvía a sentirlos otra vez, corría tan lejos como podía, tan lejos como sus piececitos le permitían hacerlo. Porque Silvio, a pesar de tener solo 12 años recién cumplidos, había aprendido que correr en ocasiones es la mejor salida para dejar de sentir , huir de los problemas despistándolos en cualquier esquina, agotándolos por extremo cansancio. Él sabía correr y despistar ilusiones rotas, era un maestro en todo lo referente a esquivar el peligro que representa quedarse anclado en los recuerdos estériles. Un maestro de tan solo 12 años.

Pero Silvio, de tanto correr, había olvidado por completo lo que significaba la palabra “ilusión”, y cuando se levantaba por las mañanas buscaba debajo de la cama algo parecido a ella, pero debajo de su colchón solo había polvo y nidos de hormigas y cucarachas anquilosadas en las esquinas, donde la escoba nunca habitaba. Parajes desérticos eran sus esperanzas, y mil y una utopías habitaban en las cuencas de sus ojos tristes.

Silvio se levantó apoyando las dos extremidades inferiores, que eran como dos alambres abandonados en un desguace, en las frías baldosas amarillas, y acto seguido se puso de cuclillas agachando su cabecita para poder mirar debajo de la cama.Se quitó el flequillo de la cara de un soplo y observó antentamente. Las cucarachas seguían allí pero no había ni rastro de la ansiada ilusión. Irritado se puso la zamarra atravesando la puerta de la habitación y luego la que daba directamente a la calle desde la parte trasera del caserío.

Hacía mucho frío y empezó a tiritar y a correr todo lo rápido que le permitieron sus aún aletargadas piernecitas. Corrió y corrió hasta que el viejo caserío se convirtió en solo un puntito en el horizonte. Únicamente cuando sus pulmones le pidieron una tregua Silvio se paró y cayó postrado a los pies de un gran olivo. Detuvo su marcha y escuchó a su corazón que golpeaba las paredes violentamente. Entonces tan cansado estaba que cayó inmerso en un sueño del que nunca despertaría…………

6/11/2011

RESACA


La resaca me envuelve y me fascina con sus encantos. Maldita ramera, me engatusaste de nuevo, por enésima vez, con tus néctares preciosos, con tus luces de neón. Aunque he de reconocer que siempre me dejo agasajar por tus labios, que me derrito cuando me seduces lentamente y me elevas a mi otra realidad paralela. Hasta que con la madrugada todo estalla y se apodera de mí ese temblor y luego la infinita oscuridad.

Y ahora vuelvo a estar sometido de nuevo a la tiranía de la debilidad, frágil como un recién nacido en una incubadora, como una amapola que supervive a la crueldad del duro invierno.

Todo sigue su curso, y todo tiene su causa-efecto, y no por más que lo sepa aprendo, y no por más leer este libro me canso de hacerlo, sin conseguir reinventar otro final más digno para mi personaje. Sé que quizás todo esto solo sea producto de mi imaginación, y que las sorpresas que me depare el destino hasta el día final probablemente sean dignas de ser esperadas con anhelo, pero en este sábado de tremenda resaca no consigo sudar emociones, ni construir castillos en el aire. No tengo fuerzas para edificar ilusiones.

Y esta autocompasión que tanto asco me produce a veces, hoy ha escalado sibilina por mi vientre y ha izado su bandera en mi pulmón. La siento y lo siento.

“Ruina y espina, polvo y herida”, retazos desperdigados por el espacio exterior, golpeados por el tsunami y abandonados a su suerte.

Ahora navego distraído entre líquido amniótico y he puesto un anuncio en el periódico para que alguien me indique por dónde debo empezar la reconstrucción de este rompecabezas vital si me han birlado el libro de instrucciones.

Bajaré a por el diario, a buscar respuestas y a que me de el aire….

5/22/2011

REFLEXIÓN TODO A CIEN


Somos funambulistas en la montaña rusa de nuestra propia existencia. Es esta una reflexión todo a cien después de casi cinco meses de silencio administrativo. Lamento no ser más original pero las musas están jugando al mus, a la brisca, al kiriki, al teto o vaya usted a saber.

Y si hoy rompo este silencio es únicamente para confirmar que sigo vivito y coleando. Para gritar a los cuatro vientos que seguiremos siendo funambulistas mientras no nos den la patada en el culo en este circo vital tan rancio y desahuciado. Dándolo todo por las cosas que creemos que valen la pena, dejándonos los arrestos por estar donde hay que estar, por hacer lo que nos dicte nuestro repateado corazón. No intenten envenenarnos ni quitarnos nuestra esperanza e ilusión, no entraremos en ese juego.

Merece la pena este circo solo por y para aquellos que creen en la capacidad de sorpresa, en la posibilidad de reinventarse cada día, de salir del huevo del egocentrismo y declararse débil, desprotegido e indefenso ante las vicisitudes que nos golpean las espinillas a diario. No me ha servido para nada vivir con miedo y retroalimentando mi autodestrucción sistemáticamente. No es el camino para llegar a buen puerto, hace años que me di cuenta de ello. Ahora tengo mis momentos bajos, como todo bicho viviente, pero no dejo que pasen de ahí sino es por un motivo justificado y trascendente. De lo contrario, como dijo Oliverio Girondo, “pierden el tiempo conmigo”

Y hay una frase antológica que escuché un día en una película española del no menos antológico cineasta Alex de la Iglesia. La frase en cuestión decía así:
“En la vida hay momentos jodidos, pero jodidos de verdad. Muchos más de los que tú te puedes imaginar. Eso no hay Dios que te lo quite. Hay que aprovechar los intervalos entre putada y putada. No divertirse cuando uno puede es el peor pecado que existe en este mundo”.

Pues eso, ¿qué quién soy yo para rebatir este gran axioma?. De momento seguiré divirtiéndome entre desgracia y desgracia. No se molesten en intentar hacerme cambiar, no acepto chantajes emocionales.

1/01/2011

Feliz 2011, Feliz Eternidad


Uno de enero de 2011. Perezoso se abre mi ojo izquierdo, miedoso y asediado por la luz que penetra a través del ventanal se contrae al compás con mi corazón. Fotogramas en blanco y negro y este insoportable martilleo en mi cabeza me acompañan en los albores de la nueva década. Vieja nueva década.

Todo sigue igual, mis sueños enquistados, petrificados, expectantes, sangrantes. La habitación gira y yo con ella, el viejo búho me observa curioso y burlón, para él no pasan los años. Yo no puedo decir lo mismo. Me descubro una nueva cana y la arranco, ojala fuera tan sencillo hacer lo mismo contigo. Expulsarte de mis sueños, de mi subconsciente traidor. Te odio, pero me odio más a mí, por soñar, por adorarte, por traicionar mis palabras en sueños y convertirte de nuevo en realidad que subyace.

Me mareo en esta postura, así que apoyo mi extremidad izquierda en la pared –un punto de apoyo dicen que ayuda a disminuir la sensación de vértigo- y me siento mejor. Un nuevo decenio, calzoncillos rojos, purpurina, matasuegras, felicidad amarga, confetis, uvas, petardos. Miedo, mucho miedo.

Quiero dormir, dormir sin soñar, soñar sin dormir. Dejarme fluir y ser fluido en los puntos cardinales de tu cuerpo. Retozar, recorrerte, olerte, lamerte y extraviar mis sentidos en los devaneos que me ofrecen todos tus costados. Ser un círculo y envolverte, ser un triángulo, y someterte en mis vértices. Despellejar tus dudas, enjuiciarlas y declarar el caso sobreseído. Amarte después de amarnos, reinventarnos y desconocernos después del conocimiento, ser pluma y tinta roja para escribir en tu historia y hacerla nuestra.

¡Me sobró un cubata! , pensamiento furtivo y repetido cada uno de enero. No es preciso que lo sea, también pasa muchos sábados y vísperas de festivos. Ya no lucho contra mi incipiente maltrato hepático, simplemente asumo mi condición y me dejo llevar con desparpajo y naturalidad. Divertido y obsceno, espectacular sucesión de ingesta masiva e incontrolada de sustancias transmisoras de partículas de aquello mal llamado felicidad. Néctares que aunque no son imprescindibles para destilar simpatía enaltecen mi estado anímico y me dotan de una chispura desconocida en sobriedad. Doy la vuelta, me mareo otra vez.

Uno de enero de 2011, cierro mi ojo de nuevo. No me gusta la realidad, es la misma que ayer. Nada cambia, todo fluye y permanece latente al despertar. Solo los objetos se mueven, producto de mi saturación etílica en sangre. No es suficiente, quiero dormir, apretar fuerte los ojos y soñar desaforadamente en ti, resquebrajar mis sentidos, estrujarlos y derramar su perfume dejándote mi esencia.

Y solo existe esta luz que no me permite pensar con claridad. Será mejor soñarte que creerte, darme por vencido y entornar definitivamente los ojillos. Asumir de una maldita vez que nunca dejaré de amarte con locura, por los siglos de los siglos y para toda la eternidad.

Feliz 2011, feliz eternidad.