Vistas de página en total

3/28/2005

Queda el silencio

Son las seis y aqui estoy en esta playa, buen lugar para pensar, marea baja. Todos duermen, menos yo todo esta en calma, y te escribo una canción de madrugada sin guitarra y sin nadie que escucharla en la arena. Y digo, aun queda el silencio, queda el recuerdo, aun queda el recuerdo, partido por el viento queda el silencio. Son las seis o tal vez se ha parado mi reloj, y las olas se llevaron mis palabras y las huellas que he dejado con la palma de mi mano y ahora solamente queda lo que suena en mi cabeza y la espuma que se aleja, eso queda. Y digo aun queda el silencio, queda el recuerdo, aun queda el recuerdo partido por el viento queda el silencio. Y digo aun queda el silencio, queda el recuerdo, aun aun queda el recuerdo, queda el momento, queda un lo siento, aun queda el silencio. Como una lagrima negra en la arena partida cayo, queda el silencio, queda el recuerdo, aun queda un momento.
AMARAL
QUEDA EL SILENCIO

3/22/2005

MAS DE CIEN MENTIRAS

Tenemos memoria,
tenemos amigos,
tenemos los trenes,
la risa, los bares,
tenemos la duda y la fe,
sumo y sigo,
tenemos moteles, garitos, altares.
Tenemos urgencias,
amores que matan,
tenemos silencio,
tabaco, razones.
Tenemos Venecia,
tenemos Manhattan,
tenemos cenizas de revoluciones.
Tenemos zapatos,
orgullo, presente,
tenemos costumbres,
pudores, jadeos,
tenemos la boca,
la lengua, los dientes,
saliva, cinismo, locura, deseo.
Tenemos el sexo y el rock y la droga,
los pies en el barrio
y el grito en el cielo.
Tenemos Quintero, León y Quiroga,
y un "bisnes" pendiente con Pedro Botero.
Más de cien palabras,
más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas.
Más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.
Tenemos un as escondido en la manga,
tenemos nostalgia, piedad, insolencia,
monjas de Fellini,
curas de Berlanga,
veneno, resaca, perfume, violencia.
Tenemos un techo con libros y besos,
tenemos el morbo, los celos, la sangre,
tenemos la niebla metida en los huesos,
tenemos el lujo de no tener hambre.
Tenemos talones de Aquiles sin fondos,
ropa de domingo,
ninguna bandera,nubes de verano,
guerras de Macondo,setas en noviembre,
fiebre en primavera.
Glorietas, revistas,
zaguanes, pistolas,
"qué importa", "lo siento", "hasta siempre", "te quiero",
hinchas del Atletí, gangsters de Coppola,
verónica y cuarto de Curro Romero.
Más de cien palabras, más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.
Tenemos el mal de la melancolía,
la sed y la rabia,
el ruido y las nueces.
Tenemos el agua y, dos veces al día,
el santo milagro del pan y los peces.
Tenemos Lolítas, tenemos donjuanes;
Lennon y McCartney, Gardel y LePera;
tenemos horóscopos, Biblias, Coranes,
ramblas en la luna, vírgenes de cera.
Tenemos naufragios soñados
en playas de islotes
sin nombre ni ley ni rutina.
Tenemos heridas, tenemos medallas,
laureles de gloria, coronas de espinas.
Más de cien palabras, más de cien motivos
Para no cortarse de un tajo las venas,
Más de cien pupilas donde vernos vivos,
Más de cien mentiras que valen la pena.
Tenemos caprichos, muñecas hinchables,
ángeles caídos, barquitos de vela,
pobres exquisitos, ricos miserables,
ratoncitos Pérez, dolores de muelas.
Tenemos proyectos que se marchitaron,
crímenes perfectos que no cometimos,
retratos de novias que nos olvidaron
y un alma en oferta que nunca vendimos.
Tenemos poetas, colgados, canallas,
Quijotes y Sanchos, Babel y Sodoma,
abuelos que siempre ganaban batallas,
caminos que nunca llevaban a Roma.
Más de cien palabras,
más de cien motivos
para no cortarse de un tajo las venas,
más de cien pupilas donde vernos vivos,
más de cien mentiras que valen la pena.
J. SABINA
MÁS DE CIEN MENTIRAS

EL GRAN HIGIENICO


Kafka

3/21/2005

RIMA XXIX

Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros,
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos ambos
hondo silencio.
¿Cuánto duró?
Ni aun entonces
pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
más que el aliento
que apresurado escapaba
del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
Gustavo Adolfo Béquer

La Distancia


Nunca más oiste tú hablar de mí,
en cambio yo seguí pensando en tí,
de toda esa nostalgia que quedó,
tanto tiempo ya pasó y nunca te olvidé.
Cuantas veces yo pensé volver,
y decir que de mi amor nada cambió,
pero mi silencio fue mayor
y en la distancia muero día a día sin saberlo tú.
El rezo de ese nuestro amor quedó,
muy lejos olvidado para tí,
si alguna vez mi amor piensas en mí
ten presente al recordar que nunca te olvidé.
viviendo en el pasado aún estoy
aunque todo ya pasó se que no te olvidaré.
Cuantas veces yo pensé volver,
y decir que de mi amor nada cambió,
pero mi silencio fue mayor
y en la distancia muero día a día sin saberlo tú.
Pensé en dejar de amarte de una vez,
fue algo tan difícil para mí,
si alguna vez mi amor piensas en mí
ten presente al recordar que nunca te olvidé.
Cuantas veces yo pensé volver,
y decir que de mi amor nada cambió,
pero mi silencio fue mayor
y en la distancia muero
día a día sin saberlo tú.
Cuantas veces yo pense volver,
y decir que de mi amor nada cambió,
pero mi silencio fue mayor
y en la distancia muero
día a día sin saberlo tú.
Andrés Calamaro
La Distancia

3/20/2005

Kilómetro Cero

Hoy sale la foto de Josué en el periódico local. Dice que lo encontró un labriego mientras faenaba la tierra. Entre azadas de devoción allí apareció él, perdido y desorientado como una alergia sin mes de abril. No se conoce su procedencia y sólo repite constantemente un nombre, Josué. Se ha perdido en un mundo de estrellitas fugaces y eclipses de sol, se ha olvidado de olvidar que el final del camino siempre está cercenado. Con la respiración entrecortada y las piernas temblorosas se plantó delante del fornido campesino y sus labios destrozados por el frío cortante de un invierno castigador solamente escupieron ese nombre: JOSUÉ
Érase que era que Josué comenzó a caminar un día cualquiera de un mes sinsentido en un sitio aproximadamente igual al que todos conocemos. Y fuera que comenzando a andar también empezó a olvidar todos sus recuerdos, datos superfluos y prescindibles que poblaban su mente. Al salir del barrio testigo de su infancia las calles dejaron de tener nombre, también los bares, las tiendas de deporte, restaurantes, la biblioteca, las peluquerías y los kioscos de prensa. Todo era desconocido para él y la gente que acompañó sus días de gloria ahora solo eran sombras pululantes que se amontonaban alrededor suyo. Bultos sospechosos.
Después fueron los recuerdos más próximos los que emigraron de su cabecita. Mientras caminaba por la vieja comarcal maltrecha por el infinito pisar de ruedas de pesados camiones olvidó lo que su madre le había preparado para comer, la universidad donde aprendió que la vida no se escribe en los libros, los trabajos burdos donde le golpeó la realidad mas cruel, y también olvidándose de su edad y circunstancias, fue incapaz de distinguir el mal del bien, lo productivo de lo estéril.
Y pasaron muchas lunas que crecieron y menguaron, cientos de soles abrasadores o de tenue avivar, furiosa lluvia que empapó sus párpados y vientos azotadores que curtieron su piel y despejaron su mente. También subió montañas para después bajarlas, bordeó ríos de colores en cuyo regazo se postró agotado intentando recordar el motivo de esté porque sin pregunta previa, destrozando sus zapatos y amanerando su alma. Fue entonces, en ese preciso momento, cuando olvidó el nombre de su madre, los rostros de los amigos, olvidó a sus hermanos y también el color de pelo de sus desafortunados amores. Aún poseía, no obstante, el suave sabor de sus besos aprehendido en el paladar, entre la punta de la lengua y el final del esófago. Allí aposentados cómodamente esperaban su final, desgastándose como una chocolatina en la boca de un niño.
Pero estos también acabaron desapareciendo, sus besos, y también los abrazos estremecedores que alumbraron tiempo ha negras noches de desilusión, ahuecando de su espíritu y desertando de empresas mayores y promesas yermas.
Y ayer vi la foto de Josué en el periódico local. Decía que lo encontró un labriego mientras faenaba la tierra. Era como una tabla lisa, un diamante aún por pulir. Recorté la foto y la guarde entre mi cartera y el corazón. Aprendí entonces, súbitamente, que siempre quedan retazos por olvidar, momentos que nos acompañarán eternamente por mucho que caminemos, por muchas suelas de zapato que gastemos. Y calculé los kilómetros que hay que recorrer para perder la cordura, para conocer al labriego y fecundar la tierra que nos mece. Calculé el precio del valor gastado y el de la condena que nos acompaña eternamente. Quizás no compense, quizás no.
ECHM

3/19/2005

La voz tras el nombre


-¿Fuego?
La palabra corrió en la cama de matrimonio como una llama y quemó a los amantes.
-No, yo no escuché eso. ¡Atenta! –dijo el hombre.
Murieron varios minutos y de nuevo gritos en el pasillo.
-Juego, dicen juego... –la mujer respiró tranquila-. Son los músicos de al lado, que vienen borrachos.
-Sí, ven aquí, volvamos a hacerlo.
-Al principio fuego –los besos tapaban las palabras-. Luego, fue juego. O puedo. O quiero. Pero nunca fuego de ¡fuego!
Los amantes se achicharraban, sudando hasta la muerte y fundidos entre abrazos y lenguas, cuando una vez más pareció que del silencio del hotel nacía el grito de guerra fatídico.
-¡Tomás! –la mujer frenó en seco la quinta marcha del amante-, ¿qué hacemos?
-Mujer, manías. Sigamos jugando y que nadie nos moleste.
De repente se abrió la puerta de la habitación y entró un señor con gabardina, bigote, casco y hacha.
-¡Dios! No me lo puedo creer, Tomás...-dijo la mujer ocultándose tras su corpachón de ballena -. ¡Es mi esposo!
-Tranquila, yo te cubro. Perdone, ¿es posible que no nos moleste? Sólo un poco, unos segundos –preguntó el amante al marido del cuerpecito que intentaba respirar debajo de él.
-¿Es que no escucharon el grito de fuego?
-Cariño –susurró la mujer-, ¿tú llegaste a oír algo?
-Escuché un quiero, y después juego. Luego, quiero juego. Oiga, ¡déjenos! Fue un “quiero juego”. ¡No nos moleste!
Y el bombero cerró la puerta.
-Fuego, fue ¡fuego! ¡Fuego! Ustedes tres –ordenó el bombero jefe en el pasillo-, vuelvan a encender todo lo que apagaron. ¡Ya!
IHB
.
Amigo, como ves me he contenido.
En el próximo post, una foto.
-

3/13/2005

DEBILIDAD

Hoy me han despertado los gritos de dos yonkies. Eran las 06:30 de la mañana y lo primero que hice fue injuriarlos. De repente uno de los dos se calla y el otro comienza a solicitar ayuda. Pedía una ambulancia y desesperado imploraba clemencia. Al parecer al compañero le habían abierto la cabeza. Y yo cómodamente acurrucado en mi cama, calentito entre las sábanas y mantas pensaba en la debilidad de las personas sensibles y en el egoísmo del género humano en general. Maldecía lo fácil que es, demasiado fácil quizás, refugiarse en los caramelos envenenados con los que la vida nos obsequia cuando todo se tuerce. Pensaba en las drogas como refugio eterno de nuestros problemas, también en el alcohólico que un día tuvo una vida plana, en el yonkie que observa como todo el mundo cambia de acera cuando lo ve, y en el loco que un día decidió buscar refugio en una perpetua locura. Y yo creo que también me llegará la hora de decidir. Decidir entre la droga o la eterna locura, dejar que otros elementos externos sustituyan a éste pensar que tanto me perturba. Pronto será el momento de encauzar toda mi debilidad, dejar que otros decidan por mí. Es imposible ser débil en un sociedad en la que imperan valores ególatras y de perfección absurda, como el culto al cuerpo o el poderoso “don dinero”. Yo no quiero tener un cuerpo 10, ni comprar amor a golpe de talonario. Lo que yo quiero no está en venta ni de moda.
Son valores nazis, fascismo sutil pero demoledor, encubierto de falsa felicidad, de democracia etérea. Hay que tragar, pasar por el aro, y no separarse del redil. Si lo haces estás perdido, serás marginado y vilipendiado.
Llegada esta situación, a los seres débiles solo nos queda lo marginal, lo prohibido, lo que está mal visto socialmente. Quizás no sea “la solución”, pero si que es “una solución”.
Minutos más tarde escuché, calentito y acurrucado desde mi lecho, como llegaba la policía y se llevaban a los yonkies La ciudad puede estar tranquila, las fuerzas de seguridad nos protegen de malhechores y gente de mal vivir. Ellos se preocuparan de que no nos desviemos del camino a seguir.
Somos marionetas de una vida preconcebida y estudiada, pero yo estoy preparado para cortar los hilos. Para caer en picado

3/06/2005

EQUILIBRISTAS

Éste invierno que no acaba, éste minuto eterno, esa palabra que se quedó entre el corazón y la boca, las cosas que nunca te dije, las cosas que nunca debí decir, una mirada cándida, una imagen en tu retina, un momento de felicidad, empatía, rencor, desamor, placer y odio.
Estoy paseando por esta cuerda endeble a veinte metros de altura, voy con los ojos vendados y llevo el corazón en la mano derecha. Gotea sangre y lágrimas, huele a rancio sudor. Me encuentro con un negro que está lavando su coche mientras la radio canta. El también canta. “sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”, me paro y le observo detenidamente, es feliz, o al menos eso aparenta. Yo lo soy si él lo es, sonrío y me largo, pero mis pasos son más rápidos y grandes. Mi corazón ya gotea menos sangre.
Éste verano que no llega, esa cena que nunca te preparé, el viaje de mi vida, la teoría del capricho Vs. el amor de tu vida, un viaje a ningún lugar, el pasado, la realidad, los nervios, un abrazo eterno, una parada cardiovascular, el principio del fin, el fin del principio, el reencuentro, nuestro desencuentro, las migrañas del alma, la carta extraviada, el puto destino que no asoma sus pinrreles, un cuadro sin terminar, el llanto Vs. la sonora carcajada, la impotencia del perdedor, éste hacerse mayor sin motivo, la decadencia, el vicio Vs. La inocencia, lo que se quedó atascado entre el corazón, mi boca y tus oídos, nunca llegó al tuyo (a tu corazón).
Estoy paseando por esta vereda tranquila, me estiro en la hierba, cierro los ojos y escucho el murmullo del río, un cervatillo se acerca elegante y me dice “guapo”. Yo le miro y le doy las gracias, “tu si que eres guapo”, pienso mientras le acaricio el lomo. Quiero ser cervatillo para mirarme en el río y verme allí reflejado. No quiero ser más ser humano, no quiero darme cuenta de cuanto viejo me hago, ni de mis errores ni de mis defectos, sólo quiero poder ser sincero, no morderme la lengua, no tener que olvidarte porque ya te olvidé. Necesito fe en mí para alejarme, para acercarme y alejarme. Y no tener que disimular, ¿hay algo peor que disimular? Si, lo hay, y se llama orgullo, pero lo estoy disimulando. Mi corazón es un órgano espumoso, un músculo sano que bombea sangre por doquier.
Ésta primavera asmática, el champú de caramelo que cubre tu piel, las emociones, la distancia, el olvido, los lamentos, las pataletas, un si quiero estrellado, los dioses a los que un día me aferre, la sucia mentira que desprendí, la imagen distorsionada, las canas del corazón, la alopecia espiritual, el genio de la lámpara evaporado, la casualidad y la causalidad, tus restos y los míos, los de los dos.
Estoy en este lecho de rosas en el centro del huracán, tú estás a mi lado, y ya no me callo. Te lo digo todo, lo bueno y lo malo, el ying y el yang, Me matas, me quieres, me matas y me quieres. Ésta pura contradicción, el calor que desprendes, un susurro en mi interior, la ola que rompe en mi cuerpo y me empapa todos los rincones, la lluvia que deserta de mis ojos para caer muerta en los tuyos.
Ahora tengo un corazón en rebajas, un saldo agotado que ha dejado de sangrar, que bombea despacito pero seguro, hasta saciar todos los rincones de mí. Espero algún día llegar también a tus esquinas. El precio es la vida, toda o la parte que acordemos, el precio eres tu.
Como un equilibrista del amor.