- ¡Te vendo mi alma! – espetó convencidísimo-, te vendo mi alma por un te caliente.
El diablo restaba incrédulo ante tan ridícula transacción. Se enjugó el sudor frío y encendió un pitillo
- Quiero probar el te del diablo. ¡Quédate con mi alma!
El tahúr lucia larga y tupida barba blanca y portaba, como único equipaje, una ajada túnica blanca desgastada por los siglos de trasiego.
- Es mi última oferta. Mi alma y la de mis pupilos por un té caliente. ¿Firmarás?
Fue entonces cuando Belcebú se levantó, apuro el cigarrillo y con el rabo entre las piernas se evaporó en su propio humo.
Siempre le asustaron los monopolios.
Relato parido bajo los efectos del gelocatil.
ECHM
El diablo restaba incrédulo ante tan ridícula transacción. Se enjugó el sudor frío y encendió un pitillo
- Quiero probar el te del diablo. ¡Quédate con mi alma!
El tahúr lucia larga y tupida barba blanca y portaba, como único equipaje, una ajada túnica blanca desgastada por los siglos de trasiego.
- Es mi última oferta. Mi alma y la de mis pupilos por un té caliente. ¿Firmarás?
Fue entonces cuando Belcebú se levantó, apuro el cigarrillo y con el rabo entre las piernas se evaporó en su propio humo.
Siempre le asustaron los monopolios.
Relato parido bajo los efectos del gelocatil.
ECHM
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