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3/18/2008

ZOZOBRANDO


Es sábado y no me apetece jugar a la lascivia y al vicio. No me apetece azotar las neuronas con líquidos amnióticos de variados coloridos, ni hay cabida esta noche para el oscuro deseo ancestral que emana de los bajos instintos que a menudo me ningunean y me rebajan hasta ser pisoteado por las serpenteantes lombrices nocturnas.
Me paseo por el piso derrotado y arrastrando los pies, buscando la losa correcta donde desplomarme consumido en los brazos de Morfeo. Ansiando un metro cuadrado virgen donde al fin descansar de cuerpo y espíritu.
En el reproductor suena Sabina y vuelvo a dejar volar la imaginación a mundos inhóspitos y lejanos donde me reinvento y abrazó la ilusión que esta noche noto como se escapa sudorosa por todos y cada uno de los poros de mi piel.
Son largas las noches sin amor, sin mentiras piadosas que embelesen mis sentidos, anestesiándolos hasta que sometidos y cautivos caen un pesado sueño aletargado en el cual me zambullo apresuradamente. Y es que me hacías sentir como un pez en el agua, chapoteando con mi aleta dorsal y burbujeando juguetón mil y una historias de búsquedas de corales paradisíacos, tan lejos de la urbanización marina que me empapa actualmente y me somete en esta pecera de hormigones y paredes blancas.
Melancólicamente hablando soy ochenta por ciento sentimiento y veinte por ciento rencor. No hay cabida en mis recuerdos para sonrisas y dicha, nunca la hubo, aunque he de reconocer que me encantaría cerrar los ojos, apretarlos fuerte y atisbar una amplia sonrisa en mi faz, de oreja a oreja. Pero no es mi condición la nacida del positivismo irracional, sino todo lo contrario, y el empirismo que me adoctrina y me golpea por partes iguales me enseña a diario que en los cuentos de príncipes la princesa siempre se fuga ignominiosamente del castillo con el estirado y presuntuoso caballero de reluciente armadura y opacos pensamientos.
No puedo luchar contra tantos enemigos invisibles, ni siquiera alcanzo a hacerlo contra mi mismo, fin y principio de mis tan humanas limitaciones. Puede que ni siquiera me interese hacerlo y prefiera aletear resabiado, saboreando el pensamiento que es sentirse erróneamente singular y diferente. Hasta que se produzca el previsible naufragio vital, punto de partida perpetuo desde donde pueda resurgir de mis cenizas, como el ave Fénix.
Y maldigo la suerte que empapa mis rincones y los deja temblorosos y dubitativos, resurgiendo poderosos los siete pecados capitalinos, fuego interior que embriagador me permuta al odio y a la envidia del pusilánime usurero de almas y espíritus en constante zozobra.
Quiero descansar entre algodones este sábado. Que no me atormenten las dudas existenciales, que no suspire por tiempos pasados distorsionados por falsos Mesías, vendedores de humo y de días de vino y rosas, que envalentonan mi fugaz mente perturbándola de forma artificiosa e inmoral. Solo quiero soñar que el sueño no tiene fin, soñar que aún sueñas conmigo allí, desde algún cualquier lugar inventado.
Felices sueños etéreos e inocuos. Mañana más sopapos de realidad.

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