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3/19/2005

La voz tras el nombre


-¿Fuego?
La palabra corrió en la cama de matrimonio como una llama y quemó a los amantes.
-No, yo no escuché eso. ¡Atenta! –dijo el hombre.
Murieron varios minutos y de nuevo gritos en el pasillo.
-Juego, dicen juego... –la mujer respiró tranquila-. Son los músicos de al lado, que vienen borrachos.
-Sí, ven aquí, volvamos a hacerlo.
-Al principio fuego –los besos tapaban las palabras-. Luego, fue juego. O puedo. O quiero. Pero nunca fuego de ¡fuego!
Los amantes se achicharraban, sudando hasta la muerte y fundidos entre abrazos y lenguas, cuando una vez más pareció que del silencio del hotel nacía el grito de guerra fatídico.
-¡Tomás! –la mujer frenó en seco la quinta marcha del amante-, ¿qué hacemos?
-Mujer, manías. Sigamos jugando y que nadie nos moleste.
De repente se abrió la puerta de la habitación y entró un señor con gabardina, bigote, casco y hacha.
-¡Dios! No me lo puedo creer, Tomás...-dijo la mujer ocultándose tras su corpachón de ballena -. ¡Es mi esposo!
-Tranquila, yo te cubro. Perdone, ¿es posible que no nos moleste? Sólo un poco, unos segundos –preguntó el amante al marido del cuerpecito que intentaba respirar debajo de él.
-¿Es que no escucharon el grito de fuego?
-Cariño –susurró la mujer-, ¿tú llegaste a oír algo?
-Escuché un quiero, y después juego. Luego, quiero juego. Oiga, ¡déjenos! Fue un “quiero juego”. ¡No nos moleste!
Y el bombero cerró la puerta.
-Fuego, fue ¡fuego! ¡Fuego! Ustedes tres –ordenó el bombero jefe en el pasillo-, vuelvan a encender todo lo que apagaron. ¡Ya!
IHB
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Amigo, como ves me he contenido.
En el próximo post, una foto.
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1 comentario:

Naúfragos dijo...

Bufff!, gracias a Dios misericordioso. Aunque la contención sea perjudicial para la salud, en ocasiones es estrictamente necesaria.