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2/06/2005

¿Lo escribo o no lo escribo?

Abro la ventana de mi angosta habitación y me encuentro un día gris, plomizo. Una fina lluvia cae y entonces, ya antes de que deserten mis legañas, comienzo a dudar sobre la conveniencia de salir o no. Y así estoy todo el día y ante cualquier circunstancia, siempre dudando sobre que decisiones tomar. Por muy banales que sean ya suponen un esfuerzo para mi cerebrín, que como un obrero maltratado y explotado hinca la bandera de guerra entre mis sesos y se declara en una huelga indefinida de pensamientos.
Si me cuesta horrores aventurarme a salir en un día gris, ¿cuántas vidas necesitaré para llamarte?, ¿Cuántas reencarnaciones para casarme?, ¿y para tener hijos? Decidirse entre mil y un bancos para hacer una hipoteca, entre varios amores, entre un puñado de trabajos cada uno de ellos más deleznables, decidir el color de las cortinas, el nombre de los niños, playa o montaña, piso o adosado, carne o pescado, ducha con mampara o bañera, boda civil o por la iglesia, los invitados al banquete, la estructura de las meses, parquet o baldosa para el pisito, pintura color salmón u color ocre, pizzería o restaurante, besarte o quedarme con las ganas, quererte todos los día o ignorarte, butano o gas natural, el abuelo en el geriátrico o en casa, vacaciones en el pueblo o en Playa Babaro, corbata o sin corbata, traje o pantalones de pinza, la película o el partido de fútbol, vino blanco o rosado para el pescado, escuela pública o privada para los nenes, café o descafeinado, dormir para arriba o hacia un lado, pijama corto o largo, cine o teatro, en tu casa o en la mía, misionero o algo más arriesgado, cigarrito de después o no, abrazarte o tristeza post coitum, verdad sincera o mentiras piadosas. Presento mi dimisión para tomar decisiones en mi vida, es un riego demasiado grande, el cual no estoy dispuesto a asumir si no es previo contrato liberador de dolores de cabeza. Por eso paradojicamente he "decidido" esperar que otros las tomen por mí, es cobarde pero efectivo, y mi conciencia no se ve tan maltrecha por ello.
A las malas, estoy dispuesto a que me sometan a una arriesgada operación de reducción de cerebro, pero primero debo decidir la clínica donde someterme a tan arriesga intervención.
¡Maldito círculo vicioso sin salida ni parangón!

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