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1/17/2007

El 67



Esa
mañana el despertador no sonó, ni el 67 esperó a que mis huesos aletargados cayeran como el plomo en uno de sus maltrechos asientos. Esa mañana ni siquiera noté la ausencia que dejaste en mi lecho cuando te fuiste,sin hacer ruido, con los botines de tacón alto en la mano para no despertarme. No fui a trabajar, no me llamó el jefe, ni nadie me echó de menos mientras me recluía en esta jaula de camas desechas, de paredes desnudas y vino tinto.
Soy un amasijo de carne con corazón que gira y gira buscando tu afecto, razonando sentimientos día y noche, inventando metas cubiertas de caricias, lamiendo miradas, dibujando olores, masajeando dolores fatuos.
Es un miércoles como otro viernes cualquiera, nadie me echa de menos ni de más, soy ave de paso para el 67, ave de paso en la vida de las buenas personas, de los corazones incandescentes que buscan confortables refugios donde reinventarse a diario.
Como un gato gris que maúlla por los tejados, y que lame heridas ajenas, abandonando las propias a la deriva en un mar frío y rizado.
Pero sé que habrá un día en el cual me tocará conducir un 67 cualquiera, hacer el mismo recorrido jornada tras jornada, con la misma clientela y los mismos baches en la carretera, mas, hasta entonces, prefiero seguir a tu lado mientras me aguanten los huesos y no me estalle el alma. Mientras la ilusión le gane la partida a un desenlace que no por inevitable deja de ser menos temido.

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